(...)
Cuando la fiesta nacional
yo me quedo en la cama igual,
que la música militar
nunca me supo levantar.
En el mundo, pues,
no hay mayor pecado
que el de no seguir al abanderado.
No, a la gente no gusta que uno tenga su propia fe.
(...)
Cuando la fiesta nacional
yo me quedo en la cama igual,
que la música militar
nunca me supo levantar.
En el mundo, pues,
no hay mayor pecado
que el de no seguir al abanderado.
No, a la gente no gusta que uno tenga su propia fe.
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